“Digo que hay que ser vidente,
hacerse vidente. El poeta se hace vidente por un largo, inmenso y razonado
desarreglo de todos los sentidos. Todas las formas de amor, de locura; busca
por si mismo, agota en sí todos los venenos, para no quedarse sino con sus quintaesencias.
Inefable tortura en la que necesita de toda la fe, de toda la fuerza
sobrehumana, por la que se convierte entre todos en el enfermo grave, el gran
criminal, el gran maldito, -¡y el supremo sabio!- ¡Porque alcanza lo
desconocido!...”
Arthur Rimbaud, La carta del vidente.
Escrita a Paul Demeny en mayo de 1871.
VOCES DE LA CALLE
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